Nuestra confianza libera una proposición
intencional.
Nuestra confianza atrae una costumbre
nublada,
es siniestra en su rescoldo moral,
es pasiva en su desilusión a la vida.
Costumbre que profesa en la intimidad
de la nada.
Costumbre que profesa en la casualidad
del dominio.
Costumbre que profesa en la tragedia
de Dante.
El espacio y su aislamiento como el
gozo y la lealtad de un ángel hereje.
Tiembla en su generosidad casta.
Tiembla en su honestidad perversa y
tú te sacrificas en la caótica Torre de
Babel que emana de toda palabra
envenenada de ansias.
Y si no la mantienes:
lémures que en sus vidas pasadas se
abruman, todos hemos llegado hasta
aquí.
Ivette Mendoza