Fehaciente
viento de los siglos
sentimiento
fue tu reposar cuando
solo bebistes
orquídeas al soñar
después de
perdonarme. La emoción
lunar del
cielo estrellado, el vasto
amanecer
donde te veré, ángel de
tu boca,
furia de tu pensamiento
sentenciado,
en mis brazos se
refugia.
Sangre en
la herida de tus paraísos,
mientras tanto
luz de noche índigo
en mí torturado
corazón.
¡Clama Cicerón
tu muerte, clama!
Prueba la
lava enaltecida, prosa
de la
dicha ideal, liliácea valentía
que lo ilumina,
entre el engaño y
la
vileza.
Sutil
hermosura de su romana
vestidura,
quieto el cielo, cristalinas
las aguas,
blanca su sabiduría.
Ojos que
ya no amenazan, ábrase
la luz, unge
el fulgor desfallecido.
Nueve cielos
de esplendor, santo el
lucero, muéstrame
el camino, Señor.
Ivette Mendoza