En la oquedad vibra el tango sempiterno
que sueña la mujer romántica.
Su estrella sabe a intuición,
el miedo no la desmenuza.
¡Cuánto deseo indudable enciende el bombillo!
Desde el Éufrates llega una fruta prohibida
para probar su consciencia,
desde el pilar romano lo dulce sacro
que promueve la primavera danzante del mañana.
Debajo de su voluntad vive el faro de control,
descansa en la obediencia de una alma moribunda,
trama la perfecta leyenda en el lento coexistir.
Cata lo translúcido en la placidez de su antojo
como mieses y algas, el psique de
su estirpe.
IvetteMendoza