Jovial fanaticada del cantante 
iluminado escenario que sostiene 
una canción cordial y amistosa
y el rumor vital de la alegría-moda 
antes del lanzamiento y del estreno; 
platea parda que al inicio revoluta 
mantiene de celebridad la noche 
en la parte más oscura largo metraje; 
en la próxima memoria su polaridad
ying yang lo vuelve compatible a la fama, 
hasta dejar ante mis ojos al niño prodigio,
la llamativa maquinaria del control, 
y del entrenamiento intensivo y de 
manchas entre cada apertura del telón. 
Ivette Mendoza
