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miércoles, 10 de noviembre de 2021

Viene y va restallando

 

Viene y va restallando vulva del atardecer insomne
en la voz que centraliza la precisión atómica del crepúsculo.
Harto y sangrante maremoto que deshilacha
líquidamente la mueca aberrante del avestruz.
Concierto paquidérmico adelgazante bajo la luz
en fresco sentido, anclada en el pantano de nadie.
Yerga marioneta tartamuda y es una metáfora dúctil
columpiándose en la espera, galopando la muerte agorera.
Dintel de diente perverso aquilatado de angustia deja las cruces
sangrar en rombos, se acerca a su manuscrito dilecto,
viste la estancia con un ojo apagado y el otro girando
en la pausa eterna de las cosas.
Una garganta atrapa ratones y ahora son testigos
de los números romanos que tumban las promesas
de ser elogiados en el foso de humo.
Capullo rectilíneo de una pasión frutal dilapida un
himno repetitivo en la placidez del instante y es
la distancia de su código gris anestesiado o un
silencio vestido de ruidos organizados de mentiras
bronceadas acaudaladas de ironía.
Vistazo azul hecho de cielo y purgatorio, se hace
amigo de la verdecita, dibujado de mares barrocos.
Piruetas indomables cosquillean, cosquillean
el dulcísimo epílogo de la desesperanza ante
ese amuleto que la hace padecer de dolor en las ruinas
del pensamiento.
Ivette Mendoza Fajardo