Un cielo disoluto teñido con convulsiones escarlatas
Un cielo disoluto teñido con convulsiones escarlatas,
factorizan los celajes falibles y los sinsabores
termostáticos;
el crepúsculo se incolora desde su melomanía hija de
un parlante,
como una macarrónica argamasa de su gruñido espacial.
Y granjean ballestas invidentes, plumíferas
embrionarias
a través del guardapolvo de un plenilunio cesanteado,
y una ola renegada entre los faisanes de la noche,
rubrica en silencio sobre mutabilidades de almario,
y devorándose ampliamente en medio del delirio
inculto,
un entreabrir de cadencia peregrina que despierta un
intento sideral ocultándose en su destino dactilar,
barcadas que se agitan en el orfelinato de la lluvia
enquistada,
y presagios con estrías mensuales aterrizando
sobre siete palabras malcriadas biodegradables.
Ivette Mendoza Fajardo