He visto noches sumisas de placer eterno
He visto noches sumisas de placer eterno y condecorado.
Las cruces sonríen al fundirse con sus voces escamosas idealizadas.
La mecánica prehistórica es posible como un solo rumor culpable.
El torrente blando ha marchitado al brutal ardid del
perverso.
Ahora, tu mirada plegadiza no titubea en la nieve de la promesa.
Las tiaminas de la madera fetal se enlustrecen de
sonrojo salivoso,
cuando el inexhausto rito quiebra a pedazos nuestras
vidas.
Desgranar el mar en lo inexistente que descose bajo las
horas sublimadas
de punto suspensivos es empezar de nuevo la vigilia de la glicerina
encopetada.
Pero no, todo está sin heredero de quijada invisible iridiscente
para construir ese acto espiritual con furor imprecatorio alfa beta.
Lucha lunar del reloj frenético de pieles congeladas disfruta la
resignación y peregrinación de su franqueza sonreída.
Ivette Mendoza Fajardo