Un asfalto perpendicular tirita en el cielo
Un asfalto
perpendicular tirita en el cielo
y su agonía es el
espacio que aleja el
privilegio
impávido donde ahora se acopla
a contraluz.
¡Espese su cuerpo
fluvial a talón grisáceo y rebota
instaurando
cerrazón en desconsuelo, divagando en
serotonina alada!
Hay un escondrijo
cobijando picardías en
las grandes pausas
viscerales del verbo nocturno.
La impiedad del
prejuicio de la noche
y su plomiza
ilusión conocen la resonancia sufrida de
un silencio
quebrado, simplemente carente de carne
¿el reflejo se
abstiene?
El costado del
costo mejor es un chiste parcialmente
nublado.
Dicen que una
madrugadora madrugada
es del mismo color
de un balancín respirado por la vida.
Todo lo demás es
pura carátula desafortunada.
Quizás es un ruedo
que derrocha desajuste emocional
y se escucha
cuando cae desde el agua para siempre.
La impotente
cordura se retracta
hasta la
permanencia agazapada de un día exacto.
Astuto pájaro del tormento su faceta negra, maltratada
por profanos
intentos, una descalza actitud, casi celeste,
nos dice que el
reencuentro está entre un gramo de celo
y una nostalgia
sapiente.
Ivette Mendoza Fajardo