Desde la cúspide de un yermo inicuo
Desde la cúspide de un yermo inicuo, el fuego asciende,
bajo el cielo azul abnegado, halla refugio la luna cacofónica,
una quimera melódica resuena en mis sueños perniciosos,
el ablativo de estrellas, ya lejanas, vibra a último candor:
¿Por qué desenterrar lo perdido, lo helado en terquedad?
Las máculas brillarían con elocuente encanto agreste,
donde narras tu hálito, tu luminiscencia, tu alegría.
¿Por qué convocar a los héroes nefastos del tiempo?
La quintaesencia es un jolgorio de fechas caducas,
el estruendo, una torpeza de sonetos marchitos
en un trampolín engolado de sentimientos huraños.
Tal vez el amor descosido anhele el oprobio sobre el desierto.
Este sopor eterno esculpe las mañanas frívolas,
forja mi existencia en el fuego grácil de la inocencia.
¿Notas quizá un lozano murmuro y sutil bajo los albores,
¿El divino tango de tus ensueños?
Envuelvo mi perfil pálido en estos sacramentos.
Y el estigma de mis ojos –el que observa- reflejan
la vasta perfidia y su enigma.
From
the peak of a wicked wasteland
From
the peak of a wicked wasteland, the fire ascends,
under
the selfless blue sky, the cacophonous moon finds refuge,
a
melodic chimera resonates in my malicious dreams,
the
ablative of stars, now distant, vibrates with final candor:
Why
unearth what is lost, what is frozen in stubbornness?
The
spots would shine with eloquent rustic charm,
where
you narrate your breath, your luminescence, your joy.
Why
summon the nefarious heroes of time?
The
quintessence is a revelry of outdated dates,
The
disgrace, a clumsiness of withered sonnets
on an
affected springboard of sullen feelings.
Perhaps
the unstitched love yearns for disgrace upon the desert.
This
eternal drowsiness sculpts the frivolous mornings
and forges
my existence in the graceful fire of innocence.
Do
you perhaps notice a robust and subtle murmur under the dawn,
The
divine tango of your dreams?
I
wrap my pale profile in these sacraments.
And
the stigma of my eyes - the one that observes - reflects
the
vast treachery and its enigma.
Ivette Mendoza Fajardo