En el solitario paisaje que me encuentro
Las piedras y las hojas son de acuarela
Y los pájaros cantan junto a mí
Una alegría que se extiende hasta en
Los ojos de la luna en estado de buena
Esperanza.
Mientras tanto un suave viento
Saca su violín tocando, con sus brazos
De ramas extendidas,
Melodías a la vida
Siendo así el más grande amor consumado de la
Estridente sinfonía del ensueño ensimismado.
¿Cuántos soplos
divino se agregan a la vida?
Las resonantes letras del follaje
Nos impulsa a existir en
Riachuelos de blancuras
Que al mediodía gota a gota se rebalsan
Y en el valle de helechos, de flores y musgos
Se vuelven a encontrar.
Ivette Mendoza
2015