Toda vida inabarcable, toda proa desilusión,
El perspicaz anzuelo saturado de peces
Ha mudado en mareas de lloros
Y una tormenta de ventiscas algas
Apareció mística, navegando reencarna.
Y filoso como una condena, frio enredado
En el oscuro, oscuro del crepúsculo,
Sólo es una cuerda estrecha, lánguida.
Ivette Mendoza