Al alcanzar la noche
allá, en la lejanía, la sombra
de tu cuerpo, tus ojos negros,
destellos de placeres, como
penumbras de lunas luceros
donde el ansia junta las miradas,
y en el altar que tu pecho aclama
imágenes de ardientes lágrimas,
son tus ojos más misteriosos y fantásticos.
Esa boca que yo he besado, vibra
como melodía que enciende la pasión,
y su sinfonía del mes de mayo,
su fuente de entretención.
Enormes colas de nardos y azahares y
muchas cosas nuevas en tu corazón,
oyéndose el suspiro que lo rasga,
y te vuelve temeroso.
Cúspides cenicientas que se inspiran
donde llega el ángel del amor y del silencio
que me recorre con su centelleo luz
y me cubre con la sombra de sus alas.
La noche de romance, es mi alegría,
no es un altar de frescas apariencias
son tus ojos negros que abrillantan mi espíritu en
la cumbre
y me lleva a contemplar amaneceres
y los labios que recuerdan,
recordarán mi muerte,
y silencio a mis despojos.
Ivette Mendoza