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lunes, 4 de marzo de 2019

Añoranza en bienaventuranza

¡Añoranza en bienaventuranza!
Ni viento ni dolor vivo
para apaciguar las almas
de estos días sin puertos,
las horas son sólo espacio,
el espacio es huida al tiempo
de tacto hacia un más allá;
sin besar lo vencía y lloraba.
El bejuco viene con voz,
queda sin letargo alguno
como alfombra desnuda
que suda buda y apenado reía.
No tienen color ni a las
lágrimas cargaría:
que en frio un frio fuera
poco se comportaría.
El anochecer habrá venido,
y me avisaría,
no por pasos antiguos
ni por silla que brilla,
sino por envolverme
así de mi costilla,
cual si, de mí sobrando,
dejándome no querría:
de nosotros con la suerte
y el lenguaje que no afina,
con la muralla negra
y los sentidos hechos cenizas.
Ivette Mendoza