El sustantivo amigo del viento
hacen extender las manos del ausente
acariciando el rostro de mí ruina,
a Morfeo y Pericles y los otros,
huyen de sí mismo, del pájaro alucinado.
Siendo yo el mal acaso del cuchillo
y el ocaso,
lo que devoro en la cumbre del
fracaso,
es luego debajo de una rama del
olvido olivo
la gentileza de un sí y no,
de un entre fuego, amor y paz y vivo
en
el sigilo.
Ivette Mendoza