Se abre el día en diéresis
en un armónium laborioso,
de gruñir palúdico concitando a su ardor oblicuo.
Desmadejo la armadura muerta del ensueño
y chapoteo en tu yermo de tan dulce furia,
como la dilatación más pecaminosa de tus susurros,
donde el infinito sacude la verdad dolosa
con sus alas corpulentas de hipnosis disipada.
En nuestras pupilas calculadoras se rehíla
la inefable mueca modulada del sigilo.
El etílico Diciembre es un camino bubónico
que le falta el augurio musgoso del ocaso.
Y nuestras caricias acordadas rezumando
en la prosa fascinante de la mañana
sobre el presuroso anhelo cuneiforme.
Ivette Mendoza Fajardo
en un armónium laborioso,
de gruñir palúdico concitando a su ardor oblicuo.
Desmadejo la armadura muerta del ensueño
y chapoteo en tu yermo de tan dulce furia,
como la dilatación más pecaminosa de tus susurros,
donde el infinito sacude la verdad dolosa
con sus alas corpulentas de hipnosis disipada.
En nuestras pupilas calculadoras se rehíla
la inefable mueca modulada del sigilo.
El etílico Diciembre es un camino bubónico
que le falta el augurio musgoso del ocaso.
Y nuestras caricias acordadas rezumando
en la prosa fascinante de la mañana
sobre el presuroso anhelo cuneiforme.
Ivette Mendoza Fajardo