Heridas deshilachadas en la aurora falcónida de su ser
emergen,
como tus mejillas florecientes en un cielo sin anochecer
bruno,
repletas de estrellas bífidas, chispeantes entre polen
sináptico
dentro de su crujiente y oxidado acontecer.
Persistencia feroz que retumba en este instante mío,
como una torcedura piramidal, zumbando con traviesa maldad
sin brillo.
Sílfide espacial de susurros subcutáneos,
que se evapora de sí misma, saturada de palabras
susurradas en la dulzura atómica del ocaso, obedeciendo al
mandato
de restaurar el equilibrio donde murmuran esplendores
ermitaños del ayer.
Juegas a tatuar el origen del mundo con el corazón
afrodisíaco del hombre,
y la obsesión del cosmos es ese instante envuelto en
melancolías psíquicas de atomicidad compleja,
con las que delinean la vida del garfio golpista: fibras
melódicas y majestosas al servicio de la humanidad
en su istmo histórico, donde resuena un día en la eterna
tranquilidad.
Anclada en tus arrumacos, presta mi alma a la refriega
casual de tu vuelo aún insatisfecho, vibrando con cada
batir.
Ivette Mendoza Fajardo