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lunes, 22 de febrero de 2016

Marejada

Con fuego de hoguera apagada
Supura y cae a risotadas
La marejada fusca.
Asombrada garra marina, cauterizada
Olas-carcajadas en costas blancas y negras.
La marejada lacera, dicha desdicha
Amarga y placentera,
Rendición que busca sin pensamiento,
Nutrido pan de la guerra loca.
Juega inyectando el alma, inválida memoria
No es para mí, es para nadie
Marejada cena
Corazón de sed, senos de hambre
No me visita en el sueño, empuño una idea,
Disparo pensamientos.
No bebo de su sangre, menos de sus aguas
La primera marejada
Acuesta la balsa contraria, no retuerce su marcha.
Ivette Mendoza

domingo, 21 de febrero de 2016

El Árbol Hueco (Stanley Park, Van. Canadá)

Penumbras del alma verde,
Luz hacia el hueco del árbol, todo
Y nada se pierde, verde.
Ábrete cielo verde, ábrete
Presienten ansias los días, las horas muerden,
Muerden los días.

Lluvia marina, humedad en los ojos
Flexible recuerdo, savia esencial
Mantén el corazón abierto.
Arcoíris, océano sagrado,
Llave divina de la puerta del puerto, agrietado.
Del presentimiento, vengo y voy
A la desnudez de tu cuerpo, vengo.
A la penumbra del árbol hueco, voy.

En un lago de madroños

En un lago de madroños
Aguas violáceas, montañas desplegadas,
Navegué sobre una espuma sangrante
Hacia una playa con árboles postizos
Uvas, manzanas, avellanas biseladas.
 
Soy el ajedrez de la arena
Una pieza, la única reina
Bajo la piedra, erizos
Color de mis ojos, cobrizos
Atrapados en circulares pasadizos.

Una cabaña, una cerca dorada
Enraizada a la hierba, nacarada.
A veces se pierde en el páramo tibio
Mi tacto, barca cansada.

Yo fui una vez
Viento que arroja, martirio,
Hoy sonríen a mis sienes,
Bahía de lirios.
Ivette Mendoza