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jueves, 17 de agosto de 2017

El caníbal daltoniano




El caníbal daltoniano corre
con sus dientes clavados en mis sienes
como si me llegara más rápido el hambre que la sed.
La herida que deja la regresión
es la substancia liber,libera,liberum en puntos suspensivos
hasta  su propia suerte asper, aspera, asperum.
Y coloreado con el oprobio con el que se verifica el tiempo
ese pigmeo que ensalza la vida con los últimos conocimientos
con los últimos párrafos que en verdad son guiones
y el engranaje orbital con su último palpitar en la foresta.
 Martes delirio y martirio de ojos hambrientos
que se ponen de rodillas a la hora del rosario
en la iglesia donde mucho se recoge una gorda limosna
y uno que otro sobrepone en la bandeja de las confesiones.
 Un día más ante el pecado expondrá sus santidades
de tanto pecar solo llanto mea culpa, mea culpa
y de mirar sus arrepentimientos cara arriba, piel debajo
como diciendo: “Vir sapiens, pauca loquitur
no volver a ver hacia atrás, va el miedo por delante.

Ivette Mendoza

Murmullo de siempre



Murmullo de siempre: ultimátum
esplendor de nada: ad libitum
el incierto Gucci dorado invencible
árbol del triángulo kardashian sine die
no distingue el déficit ex abrupto.
La pregunta es la perfecta materia 
sana, sana el columpio desangrado
la censura de la academia ad valorem
la desencarnada ciruela opaca ad initio
más el vaso se derrama a posteriori.
A priori sorbo del elemento transparente
a la flor da su nacimiento y su álter ego.
Déjame teorizar a grosso modo, rumor se
esfuma con sus grandes pies.
Hormiga torturada y capturada in fraganti
pateando, gritando, jugando, llorando.
Derramé café en el sillón ciempiés ad libitum.
¡Séquelo con cuidado, liquídalo de nuevo!
Era un líquido enfermizo que comía granizo.
Aqua, aquae, lingua, linguae, libertas, libertatis. 
Ivette Mendoza