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jueves, 27 de agosto de 2020

Poemas 2018 Pintor


Pintor

Pintor, Salvador
paisaje.
Tu ventana, cincel mayor,
es tan alargada,
que solo entra una mirada,
y una silueta menor.
Pinta, el adiós.
Pinta gesto.
Por el óleo dispuesto,
!ay!, y cómo pintaba,
el tiempo,
el pintor.

¡Oh!, Luz, apaga, apaga

¡Oh!, Luz, apaga, apaga:
Juntemos nuestros corazones
bajo la sombra del almendro.
¡Oh!, sonido calla, calla:
Juntemos nuestros cuerpos
en el delirio del silencio.

¡Oh! rio, corre, corre:
Naveguemos juntos
que nuestras almas
se unen al rumor de las aguas.

¡Ay!, galleta de la fortuna

¡Ay!, galleta de la fortuna, dirige las cosas,
con voz absoluta , llega me abraza
¡Yo todo lo haría natural como hacen las rosas,
pero me ciega la luz de esta mordaza
de orden oscuro y obras siempre engañosas,
sombrío blancor ,vida y complemento,
ya me fatiga, dañoso sutil, eterno aliento,
algo escrito, algo transfigurado algo que pasa.

Contorno de lo puro

Contorno de lo más puro, rosa y elegía.
Tu soles  de dos puntos, perfección,
en el génesis del mundo, mi corazón,
en la oscuridad acontece un largo día.
Nigromante el follaje en demasía,
de alboradas resultó densa evolución.
Boca y sed al centro: es geometría
mi error al buen trayecto: es creación.

Coronela con cuarzo y una corona   

Coronela con cuarzo y una corona,
de corazonada, importante.
¡A lo americana, virgen! La reina de la fragancia.
¡A lo americana, Señor! la diosa, en sus vergeles.
¡A lo americana, bien! Una  vida en pixeles.
Un céntimo: ¡A lo americana, fierecilla maliciosa!
Abundante en la diestra de un beso amoroso,
Terciopelo donde llega a enamorar el corazón
y apaga la sed que devora el alma.

Al alcanzar la noche

Al alcanzar la noche
allá, en la lejanía, la sombra
de  tu cuerpo, tus ojos negros,
destellos de placeres, como
penumbras de lunas luceros
donde el ansia junta las miradas,
y en el altar que tu pecho aclama
imágenes de ardientes lágrimas,
son tus ojos más misteriosos y fantásticos.
Esa boca que yo he besado, vibra
como melodía que enciende la pasión,
y su sinfonía del mes de mayo,
su fuente de entretención.
Enormes colas de nardos y azahares y
muchas cosas nuevas en tu corazón,
oyéndose el suspiro que lo rasga,
y te vuelve temeroso.
Cúspides cenicientas que se inspiran
donde llega el ángel de amor y el del silencio
que me recorre con su centelleo luz
y me cubre con la sombra de sus alas.
La  noche de romance, es  mi alegría,
no es un altar de frescas apariencias
son tus ojos negros que abrillantan mi espíritu en
la cumbre
y me lleva a contemplar amaneceres
y los labios que recuerdan,
recordarán mi muerte,
y silencio a mis despojos.

Rosa de rosa doncella

Rosa de rosa doncella
y mustia rosa vida,
donde el rosado helado
brotaba la rosa bella
de rosa amanecida,
mientras la rosa quebranto
rozaba sus mejillas
de rosa presencia alegría,
al abrir rosado y blancura
de intacto clavel melancolía
y rosada hermosura.

Del valle, a la montaña

Del valle, a la montaña,
por el ansia viva,
en la tierra,
de un labio junto a otro labio,
de orbita a orbita,
orbitando,
entre estrellas a soles estelares
indiferente,
reclamando,
si he perdido la dicha,
si se recobra con un beso,
si se recobra con la nada,
si es la lágrima terminada.

Puntos de aguas imprudentes

Puntos de aguas imprudentes,
aguas sin dudas elocuentes,
en aguas de la luz: la lluvia nace
y de hierbas y hierbas crece.
Dan las aguas almas temerarias,
el milagro del alba transparente,
lados del ensueño congruente,
base de la idea sin duda estrafalaria.
Agua y más agua de la lluvia,
agita espectro de la memoria
henchida de miríficas victorias.
Sobre esas aguas la mirada lucha
y su piedad cobija y es mucha
que renace el agua en su gloria.

Pongo en tomo las ideas

Pongo en tomo las ideas
un pensamiento leve y decidido,
de toda virtud y fortaleza.
Me adapto
al otro lado de la vida
al contrario más incita.
Palpo un poema
esas letra giratorias
de solitario ritmo.
Escribo
el diminuto texto, casual
a deshora,
la música oculta
ya no siente lo que entrega
vertiente y añeja
sinfonía.

Cisnes del fuego

Cisnes del fuego
que emergen de las espinas de las rosas
y sueñan en los grandes poesías
al compás de las rimas de sus canciones.
Y con sus negras plumas
puede entrar en la muerte
de manera muy sigilosa.
Era el fuego el aroma de Orfeo sobre el agua,
y era un bálsamo de amor la lluvia.
Yo iba entre sus alas con tu sonrisa
por el torrencial de encajes.

Vengo de la penumbra mal herida

Vengo de la penumbra mal herida
porque enrumba a la llama despierta
y de la llama despierta a la sabiduría
y de la sabiduría al renacer de día.
Todo se ha convertido en pecado,
vale cantar cuando todo te sentencia
vale demostrar como toda ciencia
la semilla de la pasión, lo malo olvidado.
Sigue, sigue torpemente pareciendo
si quieres reír, ríe con clemencia
si huyes, huye como el necio embargado.
Como penumbra de fuego al enemigo
como parecer que ya voy pecando
pero voy pecando junto aquí contigo.

Cara, carita, de labios sol dorado

Cara, carita, de labios sol dorado,
labios frescos que sonríen, amor deseado.
Ojos pardos, agua cristalina, sueños puros,
bajo la luna diamantina, cielos claroscuros.
Despiertan, suspirando lo cierto y seguro.
Tú lo sabes, yo lo sé, labios que duermen
y sueñan talvez como una quimera roja,
como una rosa recién cortada una vez.
Oh cara, carita cuyos labios encantadores
yo he besado al derecho y al revés.
Oh fuego de labios rojos, amor mío;
oh lluvia de besos entre los sueños, albores.

Meditación y remordimiento de economías

Meditación y remordimiento de economías
para el hambre y el rencor
no saben de su algoritmo de amor
ni de su demanda objetiva desbocada, su
taquicardia y su visión
hacia el mundo en evolución.
Detrás de todo desarrollo mundial
el aprieto de las masas
que indagan con los dedos la puesta del sol
sobre sus almas pende la ilusión
clara y fija
en su punto de equilibrio, quizás
o cuando exista la no razón.
Calla, y llévalas a tuto,
celebra lo que no se debe celebrar,
sujeta la vida como una bestia,
mientras nos quejamos de vivir o morir.
Ivette Mendoza



miércoles, 26 de agosto de 2020

Gira soledad gira

Gira soledad gris
Muerde dintel amortajado
Salpicaba la noche tintineada
Asimétricamente grandiosa
En el corazón aquilatado
No injuria por arriba
Casi letanía presta
Letargo amando letargo
Oasis obediente en devaneo
Veinte veintésimo ataduras simples
Lagrima sexi decimal
Rolando mi Rolex rolando
Cetáceo tao perpendicular
Y marmota de manecillas mañosas
Deidades de gestos perniciosos
Silbando el sueño mar
Como angustia de la sal
Que pasadita queda
Sollozando ola y vientre
Bipolar vestigio rasgó
La muerte como otra
Conquista del terror latoso
Cristalizarte anhelo fiera
Purga taxidermia en estrabismo
Turbulencia solana
Ofusca lúgubre naufragio
Así nórdica nogal
Como cuando
Contraviento ojeroso avecina
Ivette Mendoza

Ante el dilema del ornamento de la vida


Ante el dilema del ornamento de la vida
Placentero trámite que propuso el tiempo
Comúnmente simbolizaba un puñado de lenguas
Súper villanas, sapientes y locas asomando por los
Oídos, subieron como un escalofrío tardío sobre mi espalda,
Irradiación inusitada despertó a los difuntos que
Nadaban en aguas amnióticas en un cielo inmaculado
En un cielo conspirativo en la anti-poesía de los hechos
Sensaciones brotaron como lava en las catedrales
De los dioses puramente crueles, la suerte caía
Envalentonada y pretendiendo ser el ideal perfecto
Saltaron las hordas de palabras desechas, saltaron los
Rómbicos ceros que desmayaron cuando los amenazaron
Con unas pistolas de ojos ciegos, con un cuchillo de orejas
Que comían aceitunas en navidad y en cuaresma
Nadaban a través del estremecimiento, se desplazaban
Ajadas, ebrias en el tumulto de las cosas, allanaron
El alma a pierna suelta ¡Oh carne mía apacigua mi dolor!
Estoy fieramente abandonada, si así como una fiera
Que se puso enfrente para soportar este drama que me
Dejó flotando sobre el oasis de espuma impura y catatónica
Ivette Mendoza


martes, 25 de agosto de 2020

El intrusivo junco



El intrusivo junco surge de repente, arrepentido
Afanoso de lo agrio que tan fuera cabal en su terror
Arrepentido de un ademán arácnido valetudinario
Retorcido por las calles nacía para el desamor
Endulzados de cansancios alborotase un mirada
Basta una no más, un roce de orgia y su mantel
Había cenizas que deformaban una mancha
Balbuceante, el intrusivo junco surge de repente; en                         
Estéril duelo cantó el moscón, canturreaba el moscón
Atónito buscaba el cavilar de su castaño y borrascoso
Invierno que tropezaba con la historia y el tropel
El junco surge de repente, ejercitando
Su regodeo de estrella asesina atravesada
Su pequeñez hecha cántaro cara a cara más me
Encantaría llorar, llorar para el ruego, del              
Juego que del pozo su danza cumbre persiguió
Veleidoso humo del mendaz en cuya muerte
Ventrículo cultivó, el intrusivo junco surge…
Sus garras que nunca reconoció cristal prodigio
Cuando reía era el dolor de su consciencia
Purificó calabozos en destierros tiña de su
Bondad montanera, el intrusivo junco surge…
El pedúnculo entre el silencio y la esperanza
Vida que modificó inventando solo vicios
Que había traficado con el alma...tanto deslizó
Ivette Mendoza


Cada casa


Cada casa desde su observación busca su esquina de lamentos
Cuando la noche es eterna atravesamos su dolor frigorífico
Manojos de abrojos divisan los astutos cuerpos aturdidos
Que tenían que seguir encopetados para darse un encontronazo
Con unas mañanas hechas de hallazgos, de búhos infelices,
De maniquís de ojos de clavos, de una alquimia en cenizas
Bajando al cálculo de girones, huyendo diametralmente opuesto
Observando su cauce henchido de enigmas, trepando por los balcones
El círculo impasible era el punto tridimensional de un ladrido que
Apenas escuchábamos, pero frente a frente y cara a cara con la iracunda benevolencia
El farol tocó sus veinte campanadas en el papel imborrable del insistente ladrilloso deletreo.
La puerta crujía colándose de menjunje, de vértigos, de la médula ígnea
Del fulminante tiempo, del cielo raso trastornado; el desgastado timbre
Que timbraba de horror al ver pasar el durazno mordisqueado que se
Bañó tantas veces en calores de porcelana, saludando un pedazo de pan
Muebles e ingredientes de tu alma herida, al conjuro del pergamino y
Su extrañó rechinar, que cada vaso sea el hueso del rumor vedado
El recuento de la daga y su medida cansada de multiplicar orlas….
Si era el recuerdo martirizante de un viejo fantoche que se jactaba de estos
Misterios en su paladar sanguinolento…
Ivette Mendoza



lunes, 24 de agosto de 2020

Piel en el recreo astral


Paradisíaca, reavivante piel en el recreo astral
De los astros, cardos sinsabores, brindis apetecido
De los siglos por los siglos, saliva saturnina
La ventana dibuja los designios del espectro carnal
Misterio peregrino en la memoria muerta y selectiva
Pértiga sangrienta en canturreo del pardal
Enigma inmortal convive con imagen dulcísima corrosiva
Penumbra exhausta entrelazada a un vals modernizado
Bruma esponjosa y yerma, un suspiro sin resplandor
Labró tu epidermis con dolor de estrella y olvido
Ivette Mendoza


Bajo el gemido femenino


Bajo el gemido femenino
Y su afrodisíaco incauto
El adagio del portabusto beato
Fecunda la casta piedad angelical
A su alma hambrienta de erotismo
Su lecho es la poesía ebria y su candor clandestino
La página leal y exquisita que añora el tiempo
El pistilo en el cabello desgreñado            
De esa ígnea pared noctívaga
Que espía el claro de la luna
Que hace explotar el carmesí excitante de los labios
La melodía de los sentidos y su arrebato 
El falo con su manzana que lo desespera
Para preñar el amor crepuscular en universos de acción
Para buscar la caricia pecadora
Para tocar el aire que nace entre perfumes
Mezclando su efectos rumorosos suavemente
Con encanto de lujuria al acecho
Como el espíritu sintiente de lo etéreo
El sentimiento melindroso de sabanas
De trópicos fogosos, 
De diálogos enmudecidos y enclaustrados
En una copa anhelante de Chardonnay
Atrayente a la desnudez de cuerpos
Calmadamente acentuada en espejismos
Que todo sea el eterno beso animoso 
Enroscado en el ansia
En el barbecho de la noche famélica…
Ivette Mendoza


domingo, 23 de agosto de 2020

Dibujo dibujar

Dibujo, dibujar arco dibujado, tintineando
Un papel como estribillo, matraca matriarcal
¿Qué cuánto dibujé? Acuarela divertida
Me han confundido de entre los lápices diablillos 
Y su acordeón interpretativo desde
La amistad en el caramelo del tabaco solaz
Me he enamorado de repente de las orejas 
Voladoras del señor dibujante que dibuja y dibuja
Configura el paisaje de su soledad más cruel
Es rosado, rosa, rosita, osadísimo
Deja caer su movimiento humado
Trazar un firmamento de puras alabanzas
Frutecer al centro del dibujo alabado
De elogios a elogios pule el esbozo rupestre visionario
Traza su fulgor fingido, trazamos la mirada                       
Atónita en su imagen derrotada
Paisajes de la gota pentagrama, óleo lunar
Que se adueñó de mis grafitos melancólicos
¡Oh, estallidos de lápices solventes y germinativos!
Dibújame para vivir en un invierno inerte.
Ivette Mendoza

Cleptómanos de idiomas sánscritos, balbuceo de barrotes

Cleptómanos de idiomas sánscritos, balbuceo de barrotes
Aserruchadores indestructibles infecta gloria, cataplasma dicha
Desde su mansedumbre estoico espumarajo, seso bergantín
¡Que el deber nos lleve a la inmortalidad ponzoñosa!
Esquiva la carne secreta del puercoespín, a su interior
Nunca llegará saltanejosamente, yerma su nostalgia
Es la despedida del toro que con sus cuernos de acero
Lucha su carácter evolutivo, quizás sea solo al anochecer
Voy con el cabello prestado que soñó en su elíptica durmiente
Tántalo roció en el rocío trigonométrico de toda lucha          
¿Qué más guardé en la panza de la desconfianza pleonástica?
Su amor que era la verdad, un cartón comprimido de leche que
Trincaba desde el filtro del agua en un corazón terroso
Cavilosamente su tristeza era la alegría de peces tigres
Sangra dulce hiel, sangra por los contornos del tiempo, sangra
Para derrochar sus reflejos, sangra en su lápida de ecos,
Sangra felizmente, feliz conjuro de sus aleteos ambidiestros
¡Oh felicísimo aguacero de sudor vil! Miras delicioso los
Ruidos de bombillos naranjas resecando sus neuronas extrañas
Rezumando envolturas de caramelos me enseñaron a vivir
Amorosamente por el cielo sinalefado, allí viví más de
Tres mil años luego los días se hicieron onerosamente virtuales
Taquicardia de ideas interrogantes como mi mejor tiempo
Duermevela de una plegaria remasterizada en altisonante
Exorcismo devuelve al gusano el dercho de acercarse a la muerte.
Ivette Mendoza



sábado, 22 de agosto de 2020

Amores rupestres

Amores rupestres de las alegrías los ojos de tu alma
Que fosforescencia irradian los recovecos oscuros de la muerte
Simbolizaban la hostia de tus anhelos entre bastidores
Televidentes fenológicos  tiemblan depresiones, epitafios,
Maniobras breves en un teatro tenebroso. Los pañuelos se golpeaban
Juntándose las manos en un lienzo purpurado de óxido funesto
Escribió, escribía, escribe ensanchamiento de su propia lengua
Perfidia fascinante, fascinación al grave sufrimiento hado enhiesto
De lo que escribió alcanza los límites de guillotinar sabrosos pánicos
Y dilemas embotellados de mentiras, sucede que a veces
Necesitaba que una marea desnudara mis senos fantasmales
Henchidos de un gélido vacío que tu aspiras en Agosto caluroso
Que solo derrama tu dulce sufrimiento a salvarse a toda vida
Inútil aunque la noche desplumada de surrealismo nos situara
Fijamente a escribir con las uñas del ombligo y era todo, casi todo
O casi nada, el vino que siempre brindamos infelizmente fiel.
Ivette Mendoza



Bajo el humo espasmódico


Bajo el humo espasmódico, la brújula de la palabra es
La flecha animada para tan esperanzador manuscrito
Soportaban los puntos sucesivos y la vida que precedía
En las formas rigurosas, precedían desde pantanos
De fragmentos encarnados y caducos entreabiertos.           
En la idea de plomo, asistían al nacimiento de su equilibrio
Articulado por todo lo que estallaba al comienzo se  
Abarrotaban poderosas y dormidas que merecían
De un soplido casi representando su tardío esfuerzo, piensa
Para reordenar sus nortes y ajustar las turbulencias.
Primera oportunidad deseaban conocer las garras
Del reloj cadavérico que esperaban que cayera moribundo
Por eso la palabra levitaba caliente y fatigada recorría
El suspiro vitral de su ronca voz, sí, de su ronca voz.
Ivette Mendoza