La espiga dentro de la máquina del
tiempo ido.
Los pájaros rondan a la gota de
vivir, vivir impuro.
Dedocracia irreparable, libro del
penitente distraído.
Geranio de alegría, suave en las
mejillas, oscuro.
Dos mitades de la penumbra, dos fragancias
vagabundas.
Los dramas de la vida se repiten, su
nomenclatura es espuma.
He pasado todo el tiempo buscándote
en la nada, encrucijada.
El apéndice de la ternura procura
vivir desparasitada de locura.
Una corona impone su brevedad sobre el
asombro musical, evaporada.
Si será el mar enemigo de la quietud,
de la soledad, del destino y la gloria.
Antes, yo sabía que mi alma era una
cascada en las rocas, un eco triste.
Para encallar en el útero de las flores,
remolino abrumado de dolores.
Ivette Mendoza