En tu reino interactivo
En tu reino interactivo, el umbral lila de
lo sublime:
Casco y pluma, bálsamo en corredores
translúcidos.
Lo desparramado, imperecedero, aún no
vencido
en hipos apagados. Reciente como la
partícula,
sorprendida me ignoras, me abandonas, me
condenas.
Tu ciencia opaca, un reloj de aura
temblorosa:
Escudriñas con confesión serena en
claridades oscuras.
Devoras, prudente, el alma de un teatro
convencido.
¿Enfrías una tumba equivocada con dedos
laxos,
de destinos solterones?
Borras la indiferencia con saliva monótona.
La parálisis tímida evade hachas, vida en
verdades errantes,
porque ajeno es el feudo, el vistazo del
mar, el nadir de la molestia.
Amémonos unidos en la natividad del
crepúsculo,
que se baña en infartos hermanos y opacos,
en las jotas imperiosas, en el naufragio
dos
por uno, orondo amigablemente.
Tú, año viejo energético de pesadillas,
encubridor de realidades,
en tu bolsillo, donde el desconcierto y la
luna se repelen,
allí nos perdemos, en el extraño ruido de
eternidades fugaces.
In your interactive realm
In your interactive
realm, the lilac threshold of the sublime:
Helmet and feather,
balm in translucent corridors.
The scattered,
imperishable, still not conquered
in muted hiccups. Recently
like the particle,
surprised you ignore
me, abandon me, condemn me.
Your opaque science, a
clock of trembling aura:
You scrutinize with
serene confession in dark clarities.
You devour, prudently,
the soul of a convinced theater.
Do you cool a mistaken
grave with lax fingers,
of bachelor destinies?
You erase indifference
with monotonous saliva.
Timid paralysis evades
axes, life in wandering truths.
because foreign is the
fiefdom, the glance of the sea, the nadir of annoyance.
Let us love each other
united in the nativity of Twilight,
which bathes in
brotherly and opaque heart attacks,
in imperious jotas, in
the two-for-one shipwreck,
amiable and rotund.
You, the energetic old
year of nightmares, concealer of realities,
in your pocket, where
confusion and the moon repel each other,
there we lose
ourselves, in the strange noise of fleeting eternities.
Ivette Mendoza Fajardo