Raíz de mis noches errantes
Siento un hálito de brezos y cardos,
dulce al tacto y punzante en mi baúl de
remembranzas;
mis inocencias se enroscan en nardos secos
y los inviernos antiguos gotean frío sobre
mis aleros.
Roce de juncos, plumas caídas,
humo que trepa y se dispersa por mis noches
errantes,
campos mudos donde mi sueño es raíz,
ciencia temblorosa de la niebla que me
toca.
El tiempo, raudo del verso y silencioso,
es mi amor sin astillas,
copa que guarda mis sacrificios hiperbóreos,
con sonrisas que escapan, fugaces,
restos de días enterrados bajo ceniza de
memorias y objetos.
Oh, mis corpiños del agua, olvidados,
mis secretos que tallé en vigilia, de
dolientes canas;
¿Dónde buscar, dónde estoy agotada, lo que
llora sospechoso?
Sed de lluvias que no caen,
soledad que se extiende sobre los costados
de mi santuario inexorable,
y me susurra cuando miro mi reflejo.
Ivette Mendoza Fajardo