Médula del desvarío
Irradia mi médula elástica en el enchufe de
la expresión.
Entre los engranajes siento cómo resbala la
sentencia quebradiza,
llega con el arrebato de la sinrazón.
El mundo camina sobre la leve furia de los
sentidos
y deja tras de sí una estela enajenada,
fósforo hermoso.
La horca de la desazón apolilla mi existir.
Corrige, a su modo, el rumbo de un farol.
Sólo hay una forma de ver la tarde
mastodóntica:
cuando un rostro agrietado aparece en el
imperio del meteorito
y se exonera entre las cejas del designio.
La tierra es un extraño ruido que se aferra
a un broche perdido;
en la pureza de sus muecas lidia con el
combate
de tercos besos.
Las viñas del dolor navegan peregrinas,
cargadas de divina esencia.
La mañana se sostiene de prisa, persa en su
ademán, como los
corazones apresurados.
Y en mi médula gravita la forma intacta del
desvarío.
Ivette Mendoza Fajardo