He sido signos cegadores entre la luz
lánguida,
centinela de noches que escrutan su propio
silencio,
narradores de soles nacientes
que iluminan laberintos desdibujados que se niegan a
dormir.
Este Génesis en mis manos es el rito final,
el brío que quema la memoria
y convierte la existencia en chispas de
luna,
un mapa que arde sin geografía.
Los valles de tanta sed se retuercen bajo
mis latidos,
el eje interior se despereza como un pájaro
oculto,
músculos en sombra, colmillos de aire,
buscando escape en la tierra herida.
Ni siquiera el horizonte podrá borrar
lo que hemos sido, lo que aún nos habita,
como la mano que desafía el infinito.
Ivette Mendoza Fajardo