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martes, 26 de agosto de 2025

Ramaje encendido

Si tu voz no me alcanza por el ramaje encendido,
se disuelve el instante en la arena de mi sangre;
te miro como un faro que flaquea sobre una daga
de esplendor, y me extravío en la niebla de la espuma.
 
La sed de tu pupila presurosa llora en la quietud,
en el desierto que a diario me consume; una mácula
me late la garganta por tu vida entera,
por la esfinge del mar, sedienta de la lluvia que se esfuma.
 
No me retires tu cauce ni tus palabras,
no te encierres en la piedra desvelada que vacila,
ni en la fiebre del estruendo que me erosiona;
mis árboles se quiebran sin rocío.
 
Deja que los manantiales de tu centro,
minúsculos universos con su música lenta,
resuciten mi campo en el estío.
Ivette Mendoza Fajardo