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jueves, 31 de julio de 2025

La taza insospechada en sobresalto de nostalgia

Un remordimiento, en la mesa del silencio,
agita los adornos con jazmines de euforia.
Un piso exaltado, a medio terminar, se construye
sobre nubes de oro y trigo.
 
Cierto viento disperso, en un brazo penitente,
nos entretiene bajo el grifo impaciente del desamor.
La puerta, de emoción inestable, renegada de bisagras,
cóncava de cautelas, con distinta apetencia,
con el asco novilunio, me deshace los hilos necios del ayer.
 
En otro lugar, la taza insospechada que dejaron sobre esa mesa,
cierra sus puños para no herir al tiempo, y el reloj, sobresaltado de nostalgia,
se suspende en el jardín de las caricias.
 
La hendedura es perversa; quien la quiere llenar de buenos artificios
encuentra una mirada novedosa, con cierto desaire en los siglos del olvido.
En una fricción de labios, de corajes blandos,
la mesa suelta el timón del descontento y no me ve temblar.
 
El pasado se recoge en mi pecho,
como un puño invisible que no aprendí a soltar.
Una quilla en el infinito quiere divagar en el espacio
de mi pálido milagro, y vuelve al mundo claro y divino,
mi primavera es ya una imagen muy lejana en el andén donde
no molestan los silencios que me dejaron.
Ivette Mendoza Fajardo