Corazonada de los siglos
Porque los sueños celados con poder divino
son las voces de los siglos, en una
corazonada de recuerdos;
un camino donde intuyo un fin, un grito
eufórico
y sin dolor,
que a veces una ninfa —libélula solitaria—
también llora, mordiendo amores verdes de
visiones y recuerdos.
Desde ese embrión sagaz donde se mide la
hendidura de la palabra,
la forma pura, como cápsula, suena: la
campana al pasar por un gesto leve,
donde dulces labios y alumbramientos se
contraen, sin certeza alguna,
mientras la antigua rama de la oscuridad se
incinera en frágiles equilibrios.
Hubo, entonces, una mano singular hecha de
inviernos,
para que pintaran, con su emoción, la
cabellera gris del aventurado miedo.
Mientras, la mañana imperiosa, coronada, de
ilusión se quiebra
gélida, en mi soledad.
Vuelvo por su empeño
y nazco en el presentimiento de la arcilla,
con la delicia jubilosa de una mirada
estática
en el quebranto del talento.
Junto a auroras luminosas
y a los jazmines del tormento que bostezan
por las fraguas de la eternidad,
regresaremos al cansancio que invoca un
largo caminar,
por aquellas calles deshojadas por el
tiempo.
¡Tributo del destino, o lágrima apetecida
sin frutos… rememoran!
Ivette Mendoza Fajardo
