Espejos fugitivos del sol virgen
Arquitectura de luces celestiales,
que reta a la luna amarga por mi dulce
arrullo.
Rueca etérea, perdido y opilado este
presente
en banderola villana del barranco y su
avestruz.
Zagales soy de la ventura, desde el mundo
que voy dejando por las llanuras ciegas de
palabras
peregrinas, perdidas, que consumen mi
conciencia.
Compás de delfines amadores lleva hilos,
monedas y harapos atados a los suburbios de
mi mente.
Reino de fondo milagroso:
primogénita se aquieta bajo las alas de mi
soledad,
para cruzar los días tutelares colgados al
infinito.
¿No son estas tormentas del sueño
las que se alzan en mi júbilo como enigmas
en la espesura?
Una línea de sol virgen se aloca en la
sombra fugitiva
de los espejos, para exonerar con plata su
obesidad
y hermanarme a sus alboradas.
Sístole de los milenios fieros del átomo,
comienza su futuro de camposantos,
para resucitar la edad trigal en la
estatura del crepúsculo.
Porque esta noche —sí—
está salpicada de huesos de lluvia y
estrellas.
Ivette Mendoza Fajardo