Alba navegable de mi epitafio
Risible azul, reacia forma en que miro
o finjo el instante: recuerdo que me brota,
arduo,
como el grito glorioso, ya mortecino; mi
mano cansada
es dueña del dolor frente al dolor de un
espacio soleado.
Oscurecido zócalo, en cuya boca estival
fui cenáculo de aves adolescentes, y en
placeres
vengativos, besé el fondo atirantado de mis
propios sueños,
rajando el semblante menguado de mi
sonrisa.
La inocencia, maleada en el aire que
respiro,
resbalaba, jubilosa, como pudo, de cabeza,
cuando yo la miraba,
para no ser el alba navegable de mi
epitafio.
Y se me consumió la nostalgia, también la
inquietud,
al probar la codicia de una oruga de
niebla: y qué más,
yo tenía que sostener la muralla del
mundo...
Ivette Mendoza Fajardo