Elegía de plumas cristalinas
Como un ave de voluntad soberana,
que, tras ardua derrota, se eleva osada
sobre la aldea desvelada, indiferente a su
ruina,
solo para arrebatarle al mezquino cielo
la jaula donde extravió su dominio...
Así, tu alborada —con ímpetu tardío—
sacudió mi aspiración más noble:
la de pensar en otra cosa, lejos de mí.
La bruma en su letargo, como plegaria
nueva,
se deslizó valiente sobre mis pies
hasta alcanzar
la distancia que aún huele
a lo que nunca supe retener.
Un resplandor escondido me devolvió aquel
instante
que el destino había dejado en pausa,
reclamando al sol su derecho a ser.
Y entonces vino otra aurora.
Una que iluminó mi paz
con la precisión de una conquista.
El dolor, gris y disperso, huyó.
Y yo, acechando aún con plumas cristalinas,
recibí, por fin, el abrazo ilustre
de una elegía que me ama
como si yo fuese su hermana fiel.
Ivette Mendoza Fajardo