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sábado, 26 de julio de 2025

La cicatriz del bostezo

No cesa de oscurecer la bocina flagelada:
presiente el revés de mi historia en su esternón callado.
 
Aprieta en su mentón gramatical
el reino endurecido del intento,
bajo el verbo insólito de la aurora.
 
Mis vestigios, secos y solitarios,
son un juicio atornillado en las fábulas del horizonte,
que se esconden en la cicatriz del sueño,
bostezo sediento que espejea
la carne excitada del pulgar más peligroso.
 
El licor del deseo me chorrea
por los espejuelos del invierno,
donde se preserva la trampa líquida
entre charcos de pesares y el mapa de la desazón.
 
Hay un heno melancólico en la cisterna de mi piel,
casi invisible,
entre el tobillo que lo culpa y el oasis falso
que rebuzna la verdad desbordada.
 
Esa verdad, detenida en la vida,
la encuentro ardiendo en la llama del temor,
donde germina la semilla de mi gemido inevitable.
Ivette Mendoza Fajardo