Crucero de piedra sol
Crucero encallado de mi piedra sol, como
paralelos del egoísmo, sin ninguna fortuna,
rebotan en una membrana resignada.
Por mis sienes, sangre de escalofríos
mansos.
Hidalgo de radiante flama, solo nácar
en rotativa luz.
Corazón que guía una filosofía blanda
cuando una lluvia uniforme llora sobre el
río
de un gozo persa.
Soy querencia de los cielos,
de reinos vegetales.
Me hiere la oscuridad como una mirada
que se desprende, baila, cae en caída
libre.
Cantizal picado, campechano, en espejos
fatídicos.
Y este agradecido poncho se estruja en su
anchura.
Torre de sanguazas torpes: la encepan
hacia la esquina de la alegría.
Y es mía, musgosa, cerrada
en sueños dorados de virtud trimestral.
Largas cortezas de angustia
doman el fuego hacia el pan plateado de los
días.
Coágulos de basalto preguntan sin
respuestas.
Soy su forma. Y su cruz.
Ivette Mendoza Fajardo