Rabadilla de Clamores
Rabadilla de clamores resuella aburrida,
por caballerosidad o desagravio,
flota en mí, como cuando un gesto de
dulzura
me arrastra a caracolear en la tiniebla
retraída.
¿Qué pertinacia tan maligna requiebra, en esta desmelenada
manía cósmica que me precipita al paso
acelerado?
Qué párpados arrugados de falacia,
cuando el agorero signo de la hebilla
giratoria
se deja ver,
cada día trémulo de valentía, más límpido
en la historia.
El monólogo musculoso que arrastro,
anheloso,
es un regazo mustio y estrellado,
donde seco lágrimas sobre la lengua extraña
de la palabra.
No es posible sobrevivir a esa idolatría
enloquecida,
ni a esa canción paleteada por las naguas
del dolor;
cruz de sonrisa suave, quebrada y sin
recriminaciones.
Las horas se alargan aceptando el tacto que
palpa
una delgada eternidad de rencor desmesurado.
Solo falta añadir mi cabello a las
punzantes trenzas de los mares,
que el nuevo oleaje derribe una hebra de mi
pura geometría,
para tejer las cosas que afligen los
atardeceres, que huelen ansiosos,
en un día inaplazable de luz amaestrada.
Ivette Mendoza Fajardo