La lengua salida, los pies helados
el vestido de campana,
la lechuza que cruza de rama en rama
y ya no la veo,
Señor Quevedo, la espada la lleva
candente
y como derrengado de la mente se ríe
de
la reina, su reino y su gente.
Comediante bochorno. Pesado de
bromas.
Yo como cabra loca todo se me
alborota.
Picante bocadillo, Ud. Quevedo con
su
chilito piquín me recuerda a un calcetín.
En mi medio locura, veo una lucha
entre lo
vulgar y los ojos del señor Toledo.
Me ve,
me desviste, le da miedo, tembló y tembló,
derramó su vino más sabroso y se
hizo
el viejo baboso.
¿Por qué me pregunta Quevedo si a mi
me gustó?
Es que celos le dio del señor Toledo
que
que con su mirada vulgar mi ciclo
menstrual en su vino, vino de amor
se
detuvo y se embriagó.
!Ay es coja la reina!
y el vino la moja.
El pícaro sabe que al ver mis
estrellas,
se pone a gozar aun en cama de
acero,
¡Ah creced fruto del viñedo!
¡Bebed el vino del cáliz bendito!
Ivette Mendoza