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lunes, 1 de agosto de 2016

La mañana oscila



La mañana oscila alrededor de los párpados,

taladran los días, los pasos, el acaso, los nardos

labrando las cimas de la energía jovial,

proyectando tu rostro en el signo universal.



La tristeza capitana del verso, en el eterno

latir, o en la pausa del tiempo, ha de dormir.
Capitana de la sombra, capitana del silencio

colmando al mercurio mensajero, tus labios.



Inscripción de la palabra capullo destrenza

un reprimenda que empieza en el zumo

añil de mis lealtades, va el lamento borrándose.



Pensando en el alma y su piel original, pensando

qué hermoso es andar tras la lluvia y el viento,

ya en el cálido aluvión de lo último, desdoblamiento.


Ivette Mendoza





Era suave



Era suave, brillante, mi mundo expresivo.
Fugaz, relámpago de oro en jardín de plata
donde viví de rama en rama, impasible.
Es más pleno atiborrado, es más pleno imprevisto,
arde el heno dormido, atraviesa los filos del
vértigo compenetrado de curiosidad.

Lo entiendo, lo sé, no lo olvido, lo sé
se sabe; se agita el cuerpo lucero; se entiende
sin fin, lo sé.
Fanal de la pagoda, ignota,  y serena,
fanal de la ceniza lo que busca y lo buscado
Y su banal picazón de recuerdos en un marco
Invisible.
Hacia el humareda del espíritu burlón y la piedra,
somos tan fuertes, dos almas quietas, agitadas.
Fuentes del ensueño que pasa del pasado
al futuro fugaz, mientras se entretiene en el
presente por siglos.
Era suave, brillante, mi mundo expresivo.
Converge transformador y vasto de espacio,
converge aventurado mil veces, mil veces
de noche, interminable de amor, desesperado.
Ivette Mendoza