Aquí
estaba un piano meditando,
se
hincha en sus teclas dolorosas
sobre
los atardeceres capilares.
Soy
otra nota musical entre miles, las
gafas
de la dislexia,
escriben fatuos pentagramas,
entre
mis pesares escondo la rueda unicelular.
Yo
también entierro la ceguera de la necesidad,
el
pleonasmo del encuentro.
Y no
diré que conquistar toda una década,
las
termitas consoladoras
ya
arrasaron a mi descendencia.
Hay videollamadas
que negocian
en
funerarias,
se
pelean contra la encomienda
y
sobreviven a sus mitomanías.
Otras
que perturban
con
sus formas de hacer detalles,
sus
dientes perfectos,
la
prueba del alcohol de sus dedos.
Yo
sólo navego lentamente
en la
casualidad de la noche,
toco
entre cuchicheos bailarines
bajo
lo bota crucificada de Dante
el
poblano transmisor que construye
mis
secretos, la música de Nemo.
Ivette Mendoza Fajardo