Enterrados con falanges que observan
De golpes y porrazos, enterrados con
falanges que observan y picados con guarón,
sollozan en las raíces de un momotombo de
exhalaciones
y lienzos de maíz cocido; a veces, se les
pasaba la mano,
imprimiendo los grafiteos de La Modelo
con ardientes estallidos de berrinches
en la presencia oceánica de la mota...
hasta dejar sus ojos como llenos de
ronchas.
¿Hacerlos chingastes?
Al andar por los aguacates,
fijados en las tuzas alastes
de una peineta de desconsuelo,
sus miradas se atollarán como manoepunche
en las espumas de Corn Island,
entre cerrojos de chilates y anhelos de
bejucos
que acarician los velos de la belleza
de ese confín,
en la lejanía acuática, mayate y pinto
oscura...
Sus sienes, como la rencura de un perro
mocho,
más feo que el mal ladrón de Masaya,
galoparán en un mosaico de piedras pómez
desde Piedras Quemadas
y encajes desentejados de eslabones,
donde tormentas de escalinatas hechas de
güirilas
despertarán los pretiles nocturnos.
¿Quedarán como semáforos?
Con un lamento de mañosas despedidas,
¡se pegaron un susto!
En la distancia del Atlántico, en la
distancia perpetua...
Salieron al ruido de los caites,
embarajustadas.
Ivette Mendoza Fajardo