En el crujir de teoremas universales
En el crujir de teoremas universales con la
intensidad del fuego,
los códigos románticos y cósmicos me
gobiernan “a pecho descubierto”,
una casualidad argumentada segregada por la
lluvia impertérrita,
salpicada para resucitar briznas de rumores
solitarios hasta el brocal del pozo,
regentes de mi canto natural y sinfónico
que se despliega en medias palabras,
pero se despliega hacia el más allá de la
lira del espíritu, el instrumento del clamor
en esa vasta beldad subconsciente
“mejorando lo presente”, de armadura sigilosa,
lúgubre y precisa, que dirige mis pasos en
la penumbra lingüística iluminada;
atravieso eras cantando como en un vasto
sueño grotesco, como muñecas del deseo,
mi verdad auténtica, de flexibles y
dolorosos versos dentro del corazón de talquezal,
erizos de silencios robustos en el lomo del
candil para iluminar, por la resonancia
augusta y perfecta, quitando saltos
difíciles de comprender,
la excelsa sinfonía de unánime concordia de
sudores sempiternos de la melodía,
los fenómenos convergen hacia ella, hacia
la ceniza fecundada de amores,
y estas manos aciagas avanzan, sonámbulas,
despejando la mundana recreación—
mi clarividencia persigue los senderos de
lo incorpóreo, iluminada y jubilosa;
todo se convierte en párpados que agolpan,
en el canto en mis huesos con
perfume sentimental de mis días de sosiego.
¿Quién dirige los remos de mis mundos que
se desvarían a contraluz?
Ivette Mendoza Fajardo