Me asemejo a una gruta de dulzura planetaria
Me asemejo a una gruta de dulzura
planetaria donde
recojo secuencias que detonarían el éter,
la esencia
tendida como velos desgastados en el
regodeo oscuro.
¡Río hasta más no poder ante el sacrilegio
de esta
férvida blancura!
¿Acaso los destellos emanan sus telegramas
puros y celebran
ante mi sangre envuelta en infortunios
esparcida, y la tuya
disuelta, en el entramado de nuestras
heridas?
¡Una fortaleza se desploma en el vacío!
El alfa resguarda a la más fría suavidad de
puntos suspensivos
de Galileo, con su telescopio errante por
los mares inquisitivos.
¿Frente a qué rubor de beso invencible se
reveló el prodigio
de tu oído medio del ocaso, sumido por una
pantera alada?
¡La sed interroga a la herida de oscuridad
degollada!
Navega en percepciones peñascosas en la
derrota de medusas
de un mar que suspira por amor de frutos
encantados,
por otros santuarios con elementos
unitarios del barrunto.
No existen defectos virtuosos sin sed
nacida en la fragancia
de los números ambientales,
ni tumbas sin la pendiente de su declive.
¡El aliento despojado es un corcel de
emociones fragmentadas!
Pareciera ascender cual hierba en la
lejanía,
quizás sólo humo en los olores de prismas
escribiendo
un largo testamento de joyas vírgenes.
Ivette Mendoza Fajardo