La sirena fosforescente
con escamas teñidas de azahar
se mece en la hamaca de la Luna.
Y en la plataforma tropical,
es más fácil el arte de su magia.
Y siempre canta a pesar de su
nostalgia,
así sus besos, sus gestos, sus
caricias,
su navegar feliz a lo largo de la
vida,
su cuerpo que ondula sobre
la perpetua ciencia del amor.
Sucede que se cansó de ser sirena,
se sumergió en la transparencia
del mundo convirtiéndose en mujer.
Ivette Mendoza