La muerte inmortal desangra
La muerte inmortal desangra,
exhausta ilusoriamente,
en la mollera de la profunda
contemplación,
el breve instante en que el
vientre
de tu nombre
levanta su escápula por el
cielo
de su misericordia erizada;
quieta, ostenta lo dudable
como flecha del estriado anhelo,
la geometría del relámpago
giratorio en la destreza adultera,
custodiada en el esplendor de
su barbilampiño remordimiento.
En la gangrena dorada del
futurismo extrasensorial
colma su consuetudinaria duna
de despechos,
el hervor fugaz de su agobio gansteril
y anochecidos diques donde
contradijeran el epílogo diacrónico.
Disparatada llega la
explícita figura.
Tiempo de ver agonizar lo
irremediable,
la cefalea de la verdad, la
falacia anestesiada,
por el desnivel lioso de los
encaprichamientos.
¡Hora de exponer!, cromosómico
con el menester
que transfigura al tiempo en un alborotado regocijo.
Ivette Mendoza Fajardo