Al céfiro suplico
Al céfiro suplico, derrotada de aureolar los
albores
con su fulgor latente al azar del destino,
más mi espíritu sólo recoge el degrado que
al globo inmoviliza
y el anhelo, albor de pasatiempos, no
germina de la tenebrosidad.
A ti me rindo, travesura de mi nulidad,
¿En qué inflexiones persiste tu caviloso bullicio,
fúlgido entre sentidos gélidos?
No se empaña el temor, ni con el usufructo
más ardiente.
La muerte indiferente culebrea por mansiones
de bálago
y aurora antropófaga,
desoladores silenciosos de mi desvío.
Tu conciencia, inerte, sosiega con las
ánimas apresuradas,
imágenes licuadas en su pira, galopando
como el ruido turbado de los lapsos fugaces.
Favorecer ante la penumbra sobre la evaporación
más densa,
vive dentro de mi esencia con sangre que
aún vierte ruidosa.
¿Qué carne, se deshace antigua de polvo y soberbia,
se sonríe y sacude en su soledad?
Inmortales están los primogénitos para medir
el torbellino,
no hay pleamares que desarrugan al compás del
sarcasmo.
Ni el ceño impaciente escruta madurez en
este Hades.
Así se perpetra el empeño, la caricia se inquieta,
a
plenitud: ¿por qué no se emperifolla
también de triunfo?
¿Por qué es de error, así fundamentado,
engendrar el óbito?
A ti me dirijo cuando en el vacío me conquista.
To the zephyr I urge
To the zephyr I urge,
defeated in gilding the dawns
with its latent glow
at the mercy of fate,
yet my spirit only
harvests the disgrace that paralyzes the globe
and the yearning, dawn
of pastimes, does not sprout from the darkness.
To you, I surrender, the
caprice of my nothingness,
In what inflections
does your ponderous clamor persist,
radiant among cold
senses?
Fear does not tarnish,
not even with the most fervent usufruct.
Indifferent death
slithers through mansions of straw
and anthropophagous
dawn,
silent desolators of
my straying.
Your consciousness,
inert, soothes with the hasty souls,
images melted in their
pyre, racing
through the disturbed
noise of fleeting moments.
You favor shadow over
the densest evaporation,
Live within my being
with blood that still pours noisily.
What flesh, anciently
dissolving from dust and pride,
smiles and shakes in
its solitude?
Immortals stand as
firstborns to gauge the whirlwind,
there are no high
tides that smooth out to the rhythm of sarcasm.
Nor does the impatient
frown scrutinize maturity in this Hades.
Thus, the endeavor is
perpetrated, and the caress becomes restless,
in fullness: why not
also adorned with triumph?
Why should error, thus
grounded, engender death?
To you, I turn when in
the emptiness I am conquered.
Ivette Mendoza Fajardo