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sábado, 4 de noviembre de 2023

Al céfiro suplico

 

Al céfiro suplico, derrotada de aureolar los albores
con su fulgor latente al azar del destino,
más mi espíritu sólo recoge el degrado que al globo inmoviliza
y el anhelo, albor de pasatiempos, no germina de la tenebrosidad.
A ti me rindo, travesura de mi nulidad,
¿En qué inflexiones persiste tu caviloso bullicio,
fúlgido entre sentidos gélidos?
No se empaña el temor, ni con el usufructo más ardiente.
La muerte indiferente culebrea por mansiones de bálago
y aurora antropófaga,
desoladores silenciosos de mi desvío.
Tu conciencia, inerte, sosiega con las ánimas apresuradas,
imágenes licuadas en su pira, galopando
como el ruido turbado de los lapsos fugaces.
Favorecer ante la penumbra sobre la evaporación más densa,
vive dentro de mi esencia con sangre que aún vierte ruidosa.
¿Qué carne, se deshace antigua de polvo y soberbia,
se sonríe y sacude en su soledad?
Inmortales están los primogénitos para medir el torbellino,
no hay pleamares que desarrugan al compás del sarcasmo.
Ni el ceño impaciente escruta madurez en este Hades.
Así se perpetra el empeño, la caricia se inquieta, a
plenitud: ¿por qué no se emperifolla también de triunfo?
¿Por qué es de error, así fundamentado, engendrar el óbito?
A ti me dirijo cuando en el vacío me conquista.
 
 
To the zephyr I urge
 
To the zephyr I urge, defeated in gilding the dawns
with its latent glow at the mercy of fate,
yet my spirit only harvests the disgrace that paralyzes the globe
and the yearning, dawn of pastimes, does not sprout from the darkness.
To you, I surrender, the caprice of my nothingness,
In what inflections does your ponderous clamor persist,
radiant among cold senses?
Fear does not tarnish, not even with the most fervent usufruct.
Indifferent death slithers through mansions of straw
and anthropophagous dawn,
silent desolators of my straying.
Your consciousness, inert, soothes with the hasty souls,
images melted in their pyre, racing
through the disturbed noise of fleeting moments.
You favor shadow over the densest evaporation,
Live within my being with blood that still pours noisily.
What flesh, anciently dissolving from dust and pride,
smiles and shakes in its solitude?
Immortals stand as firstborns to gauge the whirlwind,
there are no high tides that smooth out to the rhythm of sarcasm.
Nor does the impatient frown scrutinize maturity in this Hades.
Thus, the endeavor is perpetrated, and the caress becomes restless,
in fullness: why not also adorned with triumph?
Why should error, thus grounded, engender death?
To you, I turn when in the emptiness I am conquered.
Ivette Mendoza Fajardo