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jueves, 2 de noviembre de 2023

Dialoga un refugio, con esta área sombría

 

Dialoga un refugio, con esta área sombría,
donde chorrea tumbas el suceso vespertino.
Las chispas que del agua saltan como el destino,
son como dagas de plata en un río bravío.
 
El estímulo entona, burla de mi unánime desvarío,
¿Son epopeyas las que deforman mi canto ingenuo?
Por la sangre que vierte la intuición sin espinas,
por las apariencias que encumbran en tus agudezas finas.
 
Revienta entre ellas un siglo, sensaciones orientales,
el nidal vigila al hijo de los gorgojeos,
con su otoño de plata en dinamismos milenarios.
¿Ante qué fuego simplísimo era la carroza entumida?
 
El mamarracho inquiere al miedo herido,
se desenvuelve en las tonadas de chimeneas bondadosas,
de un ardor soñado, de honorables peces cojos,
donde los océanos nunca son agonizantes.
 
Ningún alma se filosofa propiamente dicha sin cadena,
ni piedra migratoria sin sus misterios.
El aliento acuarelado es el viento del tormento sin la
esperanza viva y prieta.
Asemeja elevarse, cual batalla astronómica amena,
quizá palanca enferma, en este mundo eterno y abandonado.
 
 
A dialogue ensues, within this shadowed space
 
A dialogue ensues, within this shadowed space,
where tombs drip tales of the evening's grace.
The sparks that from the water leap as if by fate,
are like silver daggers in a fierce river's state.
 
The muse sings, mocking my unanimous dismay,
Are these epics that distort my naive lay?
For the blood that the intuition spills sans thorn,
for the facades that soar in your keen adorn.
 
A century bursts amid them, sensations of the east,
the nest keeps watch over the chirp's feast,
with its silver autumn in age-old dynamics' feast.
Before which simplistic fire was the numbed chariot placed?
 
The absurdity questions the wounded dread,
it unravels in melodies of kind-hearted flues,
of a passion dreamt, of honorable limping shrews,
where oceans are never in the throes of death.
 
No soul truly philosophizes without a chain,
nor migratory stone without its mysteries.
The water-colored breath is the wind of pain,
bereft of lively, tight-knit glee.
It seems to rise, like an astronomical fight so free,
perhaps a sickly lever, in this world forever and desolate.
Ivette Mendoza Fajardo