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jueves, 11 de febrero de 2016

A dónde

A donde nace una flor, nace el amor
El verso los asiste en su nacimiento.
Nadie juzga sus amnióticas luces, nadie
Las toca si las envuelve una cruz.

La flor humana, el ardiente amor
Se toman de las manos como dos
Buenas hermanas, el resto de sus
Épicas se escriben en este panfleto.

Limpias sin horas, quizás encerradas
En sí mismas.
Hay una ranura en las teclas de este
Ordenador que ha marcado la ley del
Pasado y lo enciende en el monitor.

Los ahora felices son moras aprendices
Con esperanzas a punto de nacer porque
Nada se mueve en el mundo sin antes
Pasar por el  traqueteo inquietante
Llamado dolor.
Ivette Mendoza 
En mis manos


En mis manos la sombra de papiro
Los dedos que la estrujan en suspiros
Hasta extraerle la palabra final.
Su vientre de alfiler, su corazón óptico en el ayer
¡Qué más sombra, que más trino!

Cuántos caracteres interminables le adivino,
Es la mano que la empuja
Con una amarilla pestaña delineada
Tan amarilla que en el
Pasillo de la casa requiebra.

Qué cabal volverla a ver
A la orilla del sofá
Quizás eres tú, la furia
Para estar conmigo o con ellas.
Ivette Mendoza 
Manos señora 

Manos seniles decoradas de Abriles,
Flora revuelta en el mecedor de mimbre
Ricamente decorada con la diadema
De la vida.
Ya ha probado la fertilidad de la
Montaña como el pájaro sediento que
Una vez te recordaba aquel canto de
Aliento.
Siempre te anticipó la soledad
Meciéndote en la sala de estantes
Secretos, tu tiempo no era dominio
Del pecado tampoco era de la vanidad.
A veces te abarca la desesperación
Cuando sientes el vertical peso que
Lleva la vida, pero ya sé que te pasa,
Todo pesa y pasa cuando te bebes
Esa nube azul que divisas desde tu
Ventana como si todo dependiera
De los cielos.
Yo trataré de entenderte,
Seguiré evaluando ese sillón de mimbre
Fibra por fibra donde vas dejando tú
Aroma y tus leyendas.
Ivette Mendoza

miércoles, 10 de febrero de 2016

Acaríciame

Acaríciame fuerte y haz de mí estallar
ese disco compacto de deseos tan poderoso
que haga tocar nuestra música de los
recuerdos.
Todo perdura en una fruta madura por
donde fulguran tus besos.
No es de hielo el amor, es tan solo de
fuego pero no quema, tan solo de fuego
me ha deleitado.
La cama desaliñada orgásmicamente
habla cómo feliz se debe vivir la vida
en el mundo de la ciencia incomprensible.
Traigo la piel borrosa por los años pero
mi alma frondosa como la selva del Amazona.
Una nota musical de Bach a la audiencia
ilumina, un flor silvestre la embriaga.
Deja caer esa lluvia de besos, que tu sombra
me sacuda y tus labios de lienzo me sequen.
Tus ojos guardan la imagen de la noche
cuando nos estremecimos haciendo
el amor.
 Ivette Mendoza