Me hipnotizó con su mirada,
Robó mi corazón con sus palabras
¡Ay que atento era el muchacho!
Yo sentía un no sé que
Cada vez que me lo encontraba,
Hasta empezaba a temblar de
La emoción y mi corazón se
Aceleraba como un motor.
Se perfumaba con aroma siete machos
Y yo perdía la noción del tiempo,
Le gustaba caminar por
Los caminos polvorientos de Diriomo
Y me contaron por allí
Que me hacía la oración del puro,
¡Bandido, sinvergüenza!
Doscientos cincuenta córdobas
Pagaba donde las Palomitas
Y con razón yo andaba detrás del
Por eso lo veía hasta en la sopa,
Pero ricos eran sus besos
En aquellos matorrales.
Ivette Mendoza
2015