La minúscula voz del tiempo, sol y
luz que tiemblan con el deseo,
cuerpo que los soporta y los
rehace. Es hoy valor y fuerza
extraña, como sonido que pesa
sobre el metal más noble.
Por las calles del mundo, vida
nueva según el instante.
Reconciliación del pensamiento
técnico abandona la señal
anónima de una causa muy
ciega que te quita más de lo
que te da.
La diversidad del gesto que
llora con una titilante sensación
que mueve el centro de esa
espumosa playa absurdamente.
En una ciudad de plata siempre
se escucha el toque de liras,
para imaginar cuerpos reales.
Hasta el día de hoy solo he
sido nombre para resguardarme
de un alud de palabras que
me quieren robar mis sueños.
Tibio éter de la grandeza de
la luna que en el océano
del fósforo tiende a fulgurar.
Ivette Mendoza