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martes, 16 de agosto de 2016

Qué hacedor de los hechos



Qué hacedor de los hechos, cómo fuera hastío, dónde fuera,
de cuál exaltación insaciable subscribe el silencio y los
Templos Griegos
cuando el mundo acopla su juventud a la memoria cercana.
Sobrepasar la esclava figura de un entallado planeta,
esos labios tañidos que el escombro recoge del vacío
con la punta de los dedos como dos seres catando el vino
de la vida.
De pronto viene un entonces, a propagar sentimiento
y pretensiones y metáforas parecían igual orbitando.
Centro del centro mismo histérico sobre el nucleo.
Ilegalidad legítima de todo reino que acepta, no el amor,
como secreto de los predicciones y la estrella de norte.
¡Ah! Tú no entiendes las cosas que digo,
busca siempre tu norte, o el asunto bien interpretado.
Buscar en Heráclito el incesante deseo, la palabra
final entre el Oráculo de Delfos y el fuego, el fragmento
desmedido de la incomprensión, la duda nuestra
por donde encalla tu mirada.
Y cuando no se esparza la mancha nublosa, deja al mito
a la distancia. Qué bien cala la mano tersa del hueso.
Qué bien llama el crepúsculo en el espejo, qué bien
repercute un imperio de acero. 
 Ivette Mendoza