De
un abandonado abacial. Pretérito ojos.
Yo no soy nadie, él no fulgura, apenas vive.
Abandonado en dura tierra, con abrojos
intuye por amarantos de bejucos y revive.
Absorto en sus barrotes de lo absurdo;
solo la acritud, la actitud, y el rezo lo domina
y como un ermitaño, rodeado de lo burdo.
Burdo el hábito, y burda la cama clementina.
Entre badajos oxidados, llora día y noche;
llora y llora ¡Oh mundo injusto! Misericordia
de palabras, de gestos, de actos y reproche.
En su hábito arrastra alondras y su sombra;
bárbaro barbarismo musgo de la discordia,
compasivo y resguardado entre las alfombras.
Yo no soy nadie, él no fulgura, apenas vive.
Abandonado en dura tierra, con abrojos
intuye por amarantos de bejucos y revive.
Absorto en sus barrotes de lo absurdo;
solo la acritud, la actitud, y el rezo lo domina
y como un ermitaño, rodeado de lo burdo.
Burdo el hábito, y burda la cama clementina.
Entre badajos oxidados, llora día y noche;
llora y llora ¡Oh mundo injusto! Misericordia
de palabras, de gestos, de actos y reproche.
En su hábito arrastra alondras y su sombra;
bárbaro barbarismo musgo de la discordia,
compasivo y resguardado entre las alfombras.
Ivette Mendoza