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jueves, 13 de julio de 2017

De un abandonado abacial




De un abandonado abacial. Pretérito ojos.
Yo no soy nadie, él no fulgura, apenas vive.
Abandonado en dura tierra, con abrojos
intuye por amarantos de bejucos y revive.

Absorto en sus barrotes de lo absurdo;
solo la acritud, la actitud, y el rezo lo domina
y como un ermitaño, rodeado de lo burdo.
Burdo el hábito, y burda la cama clementina.

Entre badajos oxidados, llora día y noche;
llora y llora ¡Oh mundo injusto! Misericordia
de palabras, de gestos, de actos y reproche.

En su hábito arrastra alondras y su sombra;
bárbaro barbarismo musgo de la discordia,
compasivo y resguardado entre las alfombras.
Ivette Mendoza