La elegancia de Talía en su primaveral rocío. 
Una diadema de hiedras en su frente; 
era la gracia del Olimpo brilloso y frío, 
que bebía la ambrosia de una fuente. 
En busca de una luz en la pendiente
vio venir su linaje en el mármol del hastío 
y comenzó a discurrir lo que tenía en mente, 
atravesando la noche roja sin ningún atavío. 
Siente la victoria entre lo rural y lo fino. 
Obró con burla, se apegó a la poesía 
¡Besa amor, besa diabla yo soy ahora Talía!
¡Dadme de beber ambrosía y vino! 
De tus manos, o del cántaro de la vida 
De lo inmortal, de lo cómico y lo divino.
Ivette Mendoza
