Parsimoniosa luz del día. Admirativa
rizoma melodía. El papel sobre el
papel
recostada en él; gozosa herida
flor marchita. El tiempo
escapa fugitivo. Un año solar
que entre piedra y sombra vuelve.
Eterna pirámide del verdugo,
¡Pórtate bien hijo del Esfinge
fingido!
Ver tu niño interno jugar y oírlo reír.
Dibujo mi congoja su rara silueta,
la coloreo con sus castillos en el
aire.
Alma suficientemente suficiente.
Puedo leerte con los ojos cerrados.
Siento el mundo a mis pies con su
aire morriñoso. Vuelvo
y vuelvo al mismo círculo vicioso
de estrellas y entre ellas mi
soledad.
Ivette Mendoza